Durante meses, la relación entre mujer y gata se limitó a que la segunda se acercaba a la primera en busca de salchichas. «La veía jugando en el solar, siempre con su hermano, y la llamé Ratona porque me recordaba un ratoncito», cuenta Yolanda. Pero decidió llevársela a casa al notar que algo iba mal: «Después de perder a su hermano adelgazó, se le puso el cuerpo abombado y le salieron calvas en la cabeza, como si le hubieran pasado un rastrillo», explica Yolanda.

Ahora, gracias a su benefactora, se encuentra recuperada de todas sus dolencias salvo una: es portadora del virus de la inmunodeficiencia felina (similar al VIH humano, pero que no se transmite al hombre), por lo que no puede ni volver a la calle ni seguir en casa de Yolanda, que tiene otros dos gatos con rinotraqueitis, una especie de asma contagiosa que podría llegar a matarla.
Ratona pasa ahora gran parte de su tiempo metida en una jaula especial, en una «cuarentena constante». «Sólo la saco cuando no va a poder encontrarse con mis otros gatos», explica Yolanda. «Es muy duro, porque Ratona añora la compañía de otros felinos y cada vez que los oye se pone a maullar. Necesita ser acogida por una familia paciente, porque ella aún tiene que acostumbrarse a la gente. Y, si tuvieran en casa a otro gato inmuno, como ella, sería la casa ideal».
No hay comentarios:
Publicar un comentario